El caso de Ramiro Silva Müller, exjefe de Inteligencia de la Prefectura Naval Argentina en Concordia, sacude a las fuerzas de seguridad y reaviva el debate sobre la connivencia entre el narcotráfico y sectores del Estado. El exfuncionario aparece mencionado en una serie de audios filtrados donde se habla abiertamente de pagos de hasta 30 mil dólares mensuales a cambio de “mirar para otro lado” en investigaciones sobre tráfico de drogas.
Los registros fueron difundidos por el programa TLN Denuncia (Canal 9 Litoral), y exponen un diálogo entre agentes de inteligencia en el que Silva Müller reconoce haber recibido ofrecimientos de dinero, aunque nunca los denunció. “El que me ofreció plata, ¿sabés quién es? López. Toni…”, se escucha decir al exprefecto. Ante la pregunta de por qué no realizó la denuncia correspondiente, responde con una frase que pinta de cuerpo entero la impunidad del sistema:
“Ya pasó un año. Van a decir: ‘¿por qué no lo informaste antes?’. Ya está.”
De custodiar las costas del Uruguay a manejar el tránsito municipal
Lo que causa mayor indignación es que, apenas unos días después de dejar la fuerza —el 31 de agosto de 2024—, Silva Müller fue incorporado al municipio de La Criolla (su pueblo natal) como responsable del Área de Tránsito, el 3 de septiembre.
La decisión política de incorporarlo en la administración local, pese a que su nombre circula en una causa por narcotráfico, genera un fuerte repudio y deja al descubierto la falta de controles, la complicidad y la permeabilidad de las instituciones públicas frente a figuras sospechadas de corrupción.
Un patrón que se repite
El exjefe de Prefectura ya había sido trasladado en 2020 a la Zona Alto Uruguay (Paso de los Libres, Corrientes), una región de intenso movimiento narco y contrabandista. Hoy, su vínculo con maniobras de encubrimiento vuelve a poner bajo la lupa a las fuerzas federales y su rol en las zonas más calientes del narcotráfico regional.
El escándalo no es un hecho aislado. Expone una cadena de favores y silencios que desgasta la credibilidad de las fuerzas de seguridad, donde los uniformes sirven a veces más para ocultar que para proteger.
Un silencio que huele a encubrimiento
Hasta el momento, Silva Müller no fue formalmente imputado, pero las pruebas periodísticas —los audios, los testimonios y los antecedentes de su gestión— muestran un cuadro alarmante: un jefe de inteligencia que habría sido parte del negocio que debía combatir.
💣 De vigilar los ríos a controlar los semáforos: un cambio de uniforme, no de conducta.
La pregunta que queda flotando es inevitable:
¿Cuántos más se “reciclan” en el Estado mientras el narco sigue comprando silencios?